La Expiación; Bases bíblicas, teorías y un poco más

Si el Cristianismo gira en torno a la vida de JesuCristo y su razón de ser es la Pascua de nuestro Señor que culmina en su gloriosa resurrección, entonces es importante comprender un aspecto sumamente vital y necesario de los eventos históricos y teológicos que sucedieron en la Semana de la Pasión, a saber, la muerte expiatoria de Jesús. 

En un sentido básico, la palabra «expiación» significa: Reparación de una culpa o pago de un crimen mediante un sacrificio o un castigo, e incluye la idea de lograr una reconciliación entre las partes enemistadas. Una definición clásica es «la satisfacción ofrecida a la justicia divina por medio de la muerte de Cristo por los pecados de la humanidad, en virtud de la cual muerte todos los verdaderos penitentes que crean en Cristo son personalmente reconciliados con Dios y librados de toda pena de sus pecados, capacitándolos así para la vida eterna». Antes de comparar las diferentes teorías de la expiación con sus implicaciones, es primordial examinar sus bases bíblicas.

El origen de esta doctrina se remonta al sistema sacrificial de la Ley del Antiguo Testamento, que a su vez tiene su inicio en los sacrificios primitivos. De acuerdo con los relatos bíblicos, Caín y Abel ofrecieron sacrificios, al parecer como una forma de adoración. Noé después del diluvio y los Patriarcas en diversas ocasiones también quemaron ofrendas en el altar, tanto de gratitud como de confirmación de un pacto con Dios. Particularmente interesante es el episodio en el que Abraham se dispone a ofrecer a su propio hijo Isaac como sacrificio a Dios. Este, como los demás ejemplos, nos muestran que en la concepción de los antiguos, el altar era una forma de acercamiento a Dios, tanto en adoración como en gratitud. La ofrenda era un símbolo de la dependencia del Señor, de la confianza en Él, del compromiso para con su pacto, y sin duda alguna, de obediencia a la Deidad. Una vez que la Ley Mosaica fue instituida, los sacrificios conformaron el sistema de adoración. La idea de pecado, definida por los mandamientos y estatutos de Dios, requería expiación por medio de la sangre de un animal puro y sin mancha. Tal vez en consonancia con la dimensión familiar que tenían los sacrificios de los patriarcas, el sistema sacrificial de Moisés hacía provisión para la expiación tanto por los pecados personales como para los pecados colectivos; ambas dimensiones tendrán ecos en el Nuevo Testamento. Ya para el tiempo de los escritos proféticos, se puede notar que la intención moral y ética de los sacrificios se había pasado por alto. Así, los profetas conectan la víctima presentada para el sacrificio con la pureza del corazón del que la presenta, para denunciar la decadencia moral y el pecado del pueblo y de sus sacerdotes y príncipes. Además, durante este período, se comenzó a desarrollar la idea de un Mesías sufriente, que llevaría sobre sí mismo los pecados de su pueblo para ofrecerse como un sacrificio expiatorio y vicario. En el Nuevo Testamento, este concepto de un Mesías que provee expiación por su pueblo fue entendido en la vida, o mejor dicho en la muerte, de Jesús. De modo que el hecho histórico de la crucifixión del Cristo no es el final aparentemente frustrado de un mártir en la lucha contra el Imperio Romano; es más bien la obra vicaria y propiciatoria del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

En el Nuevo Testamento, los escritores entendieron la muerte de JesuCristo a la luz de los sacrificios veterotestamentarios. Veamos algunos ejemplos:

“Siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente,” (Romanos 3:24-25 LBLA)

“Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos […] Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6, 8 LBLA).

“Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.” (Romanos 5:10-11 LBLA)

El lenguaje que Pablo usa en estos pasajes de su carta a los Romanos remite directamente a los sacrificios de la Ley Mosaica. Redención (gr. απολύτρωσις) se refiere a la compra de un cautivo, al pago de un rescate. ίλαστήριον (propiciación) puede ser mejor traducida con base en la LXX como propiciatorio; esto es porque en realidad se refiere a la cubierta de oro del arca sobre la cual se rociaba la sangre de los sacrificios en el Día de la Expiación (cf. Lev 16). Esto implica que Jesús es el instrumento mediante el cual Dios nos ofrece su perdón, o reconciliación (gr. καταλλαγήν). Cuando Pablo dice que Cristo «murió por (gr. υπέρ) los impíos» y «murió por nosotros», está hablando de la muerte vicaria, sustitutiva, de Jesús; dicho en otras palabras, así como el animal era muerto en lugar del pecador que lo ofrecía en sacrificio, así Jesús ocupa nuestro lugar en la cruz. 

Una cosa más respecto del concepto de expiación. Dios es quién ha provisto el medio de propiciación, tan excelente y perfecto en Cristo Jesús, y el motivo para hacerlo es su amor. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.” (Juan 3:16-17 LBLA) Este, como otros pasajes más, demuestran que el amor de Dios es la causa de la expiación por medio de JesuCristo.

Ahora vemos tres elementos básicos para construir alguna teoría acerca de la expiación: 1) la idea de propiciación o satisfacción; 2) la necesidad de mantener la dignidad del gobierno y justicia divinos; y 3) el origen en el amor divino. El énfasis en cualquiera de estos tres elementos es lo que diferencia una teoría de otra. A continuación, algunos aspectos importantes de las más relevantes teorías.

La teoría patrística, llamada así porque fue la enseñanza de los primeros padres de la Iglesia, simplemente manifestaba que Cristo se dio por nuestros pecados. Ireneo propagó la idea de que la muerte expiatoria de Cristo, seguida por la resurrección, desde luego, implicaba una victoria sobre satanás. Orígenes convirtió esta creencia en la teoría de que la muerte de Cristo era un rescate pagado a satanás. Aunque esta doctrina es sencilla y directa, implica que Dios tiene cierta clase de deuda para con satanás, o al menos que tiene que negociar con él. Atanasio explicó que la muerte expiatoria era más bien un pago de una deuda para con Dios. 

La Teoría de la Satisfacción fue publicada en el libro de Anselmo, Cur Deus Homo. Para Anselmo, el hombre está en deuda con Dios debido al pecado que viola el honor divino. Ya que el hombre no puede pagar esta deuda, merece un castigo eterno. Entonces, el Hijo de Dios se encarnó a fin de pagarla; siendo divino, puede pagar la deuda divina, y siendo humano, puede representar a la raza humana en la cruz. Como el Cristo es perfecto y por lo tanto no merece el castigo de la muerte, su sacrificio meritorio recibió como recompensa el perdón de nuestros pecados. El énfasis de Anselmo está en que fue el sufrimiento de Cristo lo que apaciguó la ira de Dios para pagar la deuda por los pecadores a través de toda la eternidad. Anselmo deja fuera la idea de una negociación con satanás y enfoca la expiación en el mérito de Cristo, pero al hacer del sufrimiento el origen del mérito, da una dimensión más bien cuantitativa al la expiación. Dicho de otra forma, el sufrimiento de Jesús en la cruz paga el sufrimiento que los pecadores debían padecer.

La teoría de Abelardo es contraria a la de la Satisfacción. Mientras que la anterior dice que la ira de Dios necesita ser apaciguada, es decir, satisfecha, Abelardo explica que la expiación es una muestra del amor de Dios para atraer a los hombres hacia Él, subyugando de esta manera la rebelión del pecado.

Las teorías escolásticas se pueden diferenciar en tres doctrinas principales, las tres propuestas por diferentes teólogos y, en ocasiones, opuestas. La Teoría Penal de Pedro Lombardo amplía la teoría de Abelardo agregando que la expiación es suplementada por el bautismo y la penitencia. Tomás de Aquino explora y desarrolla la Teoría de Satisfacción. En primer lugar, estableció una relación estrictamente personal entre los méritos de Cristo y los deméritos del pecador. Esta relación se logra mediante una unión mística entre Cristo y la Iglesia. De manera que la propiciación se logra al unirse mediante la fe al Salvador. Aquino hizo del sacrificio de Cristo la absoluta necesidad para lograr la satisfacción del Padre y la reconciliación con el hombre. Por el otro lado, Duns Scoto enseñó que Dios aceptaba el sacrificio sustitutivo de Cristo Jesús por pura voluntad divina y no necesariamente porque proveyera satisfacción. Así que el perdón es ofrecido libremente por la autoridad de Dios; en este sentido, Scoto desarrolla la idea de Abelardo.

La Teoría Tridentina, que permanece en la Iglesia Católica Romana, fue desarrollada a partir de las enseñanzas de Aquino. La unión mística de Cristo con la Iglesia incluye su encarnación, implicando que la raza humana es santificada por la transferencia del mérito de Jesús al hombre pecador, y que el sacrificio de Cristo es vicario porque el hombre le trasmite su pecado. Los sacramentos fueron considerados una extensión de la encarnación, particularmente la Eucaristía, pero también el bautismo y la penitencia, por lo que la participación de los mismos es necesaria para la unión mística. El problema está en que la «unión mística» precede y sostiene la expiación y por consiguiente la reconciliación, y no viceversa. Dicho en otra forma, un individuo sólo puede ser salvo si se une a la iglesia y participa de los sacramentos. Esto lleva a una idea de salvación por obras, idea que fue refutada por los Reformadores.

La Teoría de la Satisfacción Penal es la respuesta de Calvino a la Iglesia Católica, y se le conoce de esa manera porque desarrolla la teoría de la Satisfacción pero usando un lenguaje de una corte judicial. Se puede sintetizar de la siguiente manera: 1) el pecado merece la ira y maldición de Dios, 2) Dios es justo, y tratará al pecador como lo merece por su pecado, 3) Cristo asumió nuestra naturaleza humana, y bajo la ley fue justo en todo, y en la cruz llevó el castigo de nuestros pecados, 3) los que creen son constituidos justos por el mérito de Jesús, la justicia de Cristo les es imputada y son considerados y declarados justos por Dios. Hay algunas objeciones a esta teoría, la más importante es que los creyentes son considerados justos y no genuinamente hechos justos. Si Cristo es justo y esta justicia se le imputa a los creyentes, entonces no se requiere obediencia personal hacia Dios. En teoría, el creyente es libre de hacer su propia voluntad sin consecuencias, en tanto que Cristo es el que ha cumplido en nuestro lugar la justicia y ha pagado por nuestros pecados. Como parte de la teología reformada, se entiende también que ésta expiación es limitada en su alcance, significando esto que no todos los hombres son salvos, sino sólo los que han sido elegidos para creer. 

Jacobo Arminio y su discípulo Hugo Grocio propusieron la Teoría Gubernamental como respuesta a la de Substitución Penal. Ellos incluyeron en el proceso de la expiación, sí la justicia divina, pero también la misericordia y compasión de Dios. Particularmente Grocio enseñó que Dios no es simplemente una persona ofendida cuya ira debe ser satisfecha justamente. Él es también el Gobernador Moral del universo, por lo que el pecado es en realidad una ofensa a la autoridad moral de Dios sobre el universo. Así, la muerte de Cristo no es simplemente el equivalente exacto del castigo por nuestros pecados, sino que es además la reivindicación de la dignidad del gobierno de Dios. Esta teoría, como se puede ver por el lenguaje usado para describirla, amplía el alcance de la expiación de Cristo a todo aquel que crea en él, y no sólo a unos cuantos. Sin embargo, deja un poco de lado el sentido personal que ofrece una «expiación limitada».

Las siguientes teorías son desarrollos de la teorías de Abelardo y de Anselmo, y se les conoce como teorías de la Influencia Moral. El Socinianismo es una doctrina enseñada por los primos Laelio y Fausto Socini y no es, en el estricto sentido, una teoría de expiación. Al contrario, niega la necesidad de una muerte vicaria y en su lugar entiende la muerte de Cristo como el máximo ejemplo de lealtad y fidelidad a la verdad. Jesús es un ejemplo a seguir en el progreso moral, y el seguimiento del noble y martirizado Mesías es el camino a la salvación. Dios perdona, pero de ninguna manera a causa del sacrificio de Jesús, sino por su propia y libre voluntad. Sin embargo, dice Socini, la muerte de Cristo es una exhibición del amor divino para remover la dureza del corazón. Las Teorías Místicas son más modernas. De acuerdo a este misticismo, Cristo rindió la devoción y obediencia perfecta al Padre que los humanos debían haber rendido, y en esa obediencia, el Hijo se encarnó y murió para demostrar el amor divino a la humanidad al identificarse con ella y compartir sus sufrimientos. En respuesta, los hombres le rinden obediencia y devoción. Al igual que en el Socinianismo, el arrepentimiento es seguir el ejemplo de amor que Jesús modeló, y los místicos modernos recalcan así el amor de Dios. En cuanto a la expiación, Cristo no sufre por los seres humanos, sino con los seres humanos. Simple y sencillamente, tampoco hay expiación, ni muerte vicaria, ni necesidad de satisfacción. Bushnell presentó su propia versión de esta teoría al decir que Dios y el hombre comparten ciertos sentimientos morales. Entonces, así como el hombre sufre a causa del pecado, Dios mismo sufre a causa del pecado y se entristece. La muerte de Cristo, al igual que su encarnación, entonces no le son necesarias al hombre, sino a Dios, quien padece para mostrar con su ejemplo el camino del perdón. Cabe destacar que esta teoría es más aceptada en el unitarismo. La Nueva Teología desarrolla de manera sistemática las teorías de Socini y las místicas, y surgió en Escocia e Inglaterra. Esta teoría enseña que Cristo tuvo la fe y el arrepentimiento perfectos por nosotros, así, vivificado por el Espíritu, se convirtió en la Cabeza de una nueva humanidad a la que le enseña el amor y la santidad de Dios. La implicación de esta teoría es que Cristo no era divino, sino que fue el perfecto ser humano que después alcanzó la divinidad, y que todos los seres humanos tienen una chispa divina. Tampoco existe una idea de expiación. Estas llamadas teorías de influencia moral yerran al rechazar la doctrina del pecado natural y por lo tanto hacen de la salvación un proceso de seguir el ejemplo de Jesús y compartir el amor de Dios. El hombre es capaz, según estas teorías, de alcanzar su propia salvación y el perdón de Dios sin necesidad de un vicario que expíe sus pecados. Asimismo, promueven el unitarismo, o al menos una versión velada de este.

La Teoría Ética, del Dr. A.H. Strong, se basa en la Teoría de la Satisfacción Penal, y descansa en dos principios fundamentales: 1) la santidad de Dios, que se refleja finitamente en la conciencia del hombre. La santidad demanda que el pecado sea castigado; y la expiación es una satisfacción de esta demanda ética. 2) La humanidad de Cristo al encarnarse y solidarizarse con la raza humana. Entonces Cristo, como humano, y por la demanda de santidad, está obligado a pagar, quiere pagar y paga plenamente la deuda y la culpa del pecado de los hombres que voluntariamente cargó como suyas. De esta manera, Cristo representa a la humanidad y la substituye en la paga del castigo.

Una vez que se han analizando, aunque brevemente, las teorías más importantes, se puede comprender el alcance y los beneficios de la expiación desde la perspectiva Arminiana-wesleyana. La expiación en este punto de vista tiene una doble dimensión: universal y especial. El sacrificio de Cristo satisfizo la justicia de la ley divina e hizo de la salvación una posibilidad para todos. Esta provisión es universal y sólo se condiciona en la muerte de Cristo, por lo tanto es incondicional para el hombre. En esta dimensión universal, los beneficios también son incondicionales: 1) la existencia continua y preservación de la raza, a pesar del pecado y la depravación; 2) la gracia preveniente, impartida por el Espíritu Santo que ilumina, convence y ayuda en el camino a la salvación; 3) la salvación de los infantes, quienes no han cometido ningún pecado y que sin embargo han heredado la depravación natural. En este caso, la expiación provee santificación que se aplica incondicionalmente a los infantes. 

En su realización individual, la expiación depende de la aceptación por fe de la obra salvífica de JesuCristo. La aplicación a cada persona es especial y condicional. En esta dimensión, los beneficios son aplicados de manera personal y bajo la condición de la fe. Estos beneficios son 1) la justificación, o perdón de los pecados y aceptación como justos por parte de Dios; 2) la regeneración, o nuevo nacimiento; 3) la adopción como hijos de Dios; 4) el testimonio del Espíritu, que nos asegura que somos hijos de Dios; y 5) la Entera Santificación, que libera del pecado original y nos lleva a una completa devoción a Dios.

A pesar de que ciertas teorías rechazan la necesidad de la muerte expiatoria, todas en general comprenden que el amor de Dios está presente dirigiendo y motivando la vida, el ministerio y la obra de Cristo Jesús, y desde luego su sacrificio en la cruz y su resurrección. Es por amor que el Padre nos busca a pesar del pecado, es por amor que el Hijo murió en nuestro lugar y es por amor que el Espíritu Santo nos compele a buscar a Dios. En palabras de Wiley y Culbertson: 

«La expiación, ya sea considerada en su motivo, en su propósito, o en su alcance, debe entenderse como la provisión y expresión del amor justo y santo de Dios. La vida y muerte de Cristo son la expresión del amor de Dios para con nosotros.»

Bibliografía

Wiley, H.O. y Culbertson, P.T. (1976) Capítulo XIII La expiación (pp. 244-266), en Introducción a la Teología Cristiana; Beacon Hill Press: Kansas City, EUA